Posteado por: aliciaenelpaisdelasmascarillas | octubre 18, 2010

La ley es para los profanos.

La ley es para los profanos

Buscando y buscando finalmente encontré una persona que me conto su día. En este mundo trivial es importante hacer un pare y escuchar lo que algunas singularidades tiene que decir, e incluso gritar, con respecto al país…

Todo empieza cuando ella se estanca en su casa sin hacer cosa alguna, perdiendo el tiempo de su existencia como muchos lo hacemos. Pasando la tarde en uno de esos inocuos minijuegos de internet.

La casa de la estudiante en vacaciones se encuentra en una zona residencial  importante, igual de importante al colegio que colinda con la misma. No vive en una unidad residencial, simplemente en un “barrio” pero con unos muros blancos y prístinos: perfectos para hacer graffiti.

Mientras está jugando casi como en un trance soporífero. Escucha unos sutiles ruidos de un spray, una risa de adolescentes, como ella, y unas risas entre nerviosas y prepotentes.

Aquel sonido se hace más persistente y cercano. Ahí empieza a desconfiar y deja de estar jugando “  para asomarse a su ventana, ubicada en la parte colindante con el blanco muro adyacente al prestigioso colegio.

Apenas se asoma ella evidencia un trio de estudiantes algunos uno con las caras descubiertas y los otros envueltos entre el saco del colegio elaborando una bella obra de arte, pero en muro ajeno.

El graffiti decía cualquier cosa, aclaro de una vez que no entraré a censurar esta actividad que considero como un arte. Era como una actitud de resistencia, que habían sido correteada de cerca de 3 cuadras con unos porteros bastante alicaídos y pasados de peso.

Estará de acuerdo el lector que esta historia no tiene nada censurable. Esta historia no termina con un fin romántico digno de una novela de narcotraficantes, los creadores de este grafitti no se escabullirán sin dejar rastro desafiando a las autoridades en un acto verdaderamente anarquista (el crimen perfecto). Ni los personajes son aprehendidos por las duras y, ¿acaso limpias?, manos de la “autoridad” siendo sujetos de abusos por parte de  la misma.

¿Por qué no termina la vaina así? Porque mi amiga, al descubrirlos, llama a la autoridad (entendera el lector que simplemente llamo a la policía). Considera que aquella es la única encargada de velar por el tema, de garantizar la protección de sus derechos «violados» y de paso darles una lección a estos muchachos.

 

De manera anómala los policías llegan al instante, llega una moto-patrulla con dos patrulleros: uno con chaqueta verde limón (el jefe) y otro con un bolillo y un chaleco que dice bachiller (el pupilo).  Mi amiga sale de su casa y les cuenta lo sucedido.

En ese momento los policías, como es de explicar, se acercan de manera agresiva a los estudiantes, pero estos se ven tranquilos e inmutables.
Los policías hablan con los jóvenes de forma altanera, como es normal en ellos, el jefe les dice: -ustedes saben que eso está mal. Uno no debe pintar en predio ajeno.  Yo me los podría estar llevando hasta que sus papas los recojan, ¡pero en el CAI inutiles!…

Uno de los muchachos le contesta: -No me importa, viejo. Solo me estaba divirtiendo por un rato. ¿¡Además qué le pasa, como se atreve a tratarme de esa manera?!
En ese mismo momento el pupilo se aprestaba a sacar el bolillo y castigar físicamente a aquel integrante del trio por semejante acto de “inrrespeto”. Sin que sirva de impedimento, uno de los estudiantes pronuncia aquellas palabras que son tan mágicas y paralizantes, originadas de su estrato 6, les dice: -¡Ustedes no saben quién soy! ¡Ni mucho menos de quien soy hijo. Igualados!, lo dice con tanto convencimiento que los policías inmediatamente se dan cuenta que lo mejor es calmarse; después de todo se ve que son niños bien.

Posteriormente aparece un blackberry y una voz de apelación a un padre. Le dice: – Necesito una ayudita, tengo un problema. Papi
Un rostro de angustia marca los rostro de los oficiales, la cual dura 30 minutos de eternidad producto de la velocidad con que llega el padre, pero ese era un privilegio que los distinguidos jóvenes se habían ganado a punta de crear expectativa.

A la media hora llegan una camioneta y dos carros escoltas, todos con los vidrios polarizados. Se baja la figura patrimonial. Un hombre de aspecto gris de pies a cabeza, que se vio sorprendido al pisar un oedazo de estiercol de perro con sus brillantes zapatos Gucci. Su aire era acelerado y ausente a la vez como si hubiera sido irrumpido en una importante reunión o un cocktail.

Los policías que poseen por naturaleza un olfato para saber cuándo deben meter la cola entre las patas, supieron que este era un buen momento. El jefe policía dijo: -Dotor, simplemente un problemita.
¿Qué fue lo que paso acá?- dijo el padre.
Pues su hijo y los otros dos hicieron un mamarracho en la pared y los dueños de esta casa rechazan esto,  exigen unas disculpas e les restituyan en el mismo estado el muro blanco.

En ese momento el padre utiliza una mirada helada y arrogante, ademas de una esquiva actitud,  diciendo: Mire oficial que la vuelvan a pintar con este cheque.

Jefe, lo importante es que los muchachos pidan disculpas, no solamente lo material se debe restituir.  Dice el jefe policía.
El padre lo mira con una mirada de tedio y le replica: -Usted ya está viejo, debería saber cómo son las cosas… Creo que esto será suficiente para recordárselo (depositando con un breve apretón de manos un arrugado y cochino billete de 50 mil pesos).

El policía aplica la ley de “el que calla otorga”.  Después se voltea hacia el pupilo y le dice: -¿Si vio como se hacen las vainas no?

Mi amiga que estaba parada al otro lado de la acera observa todo desde lo lejos, en ese momento ve como se acerca el policía y le comenta: Lo siento señorita, esa era gente muy importante. Más bien éntrese pa’ su casa.
Indignada ella, voltea y dice: ¡Lo que yo quiero es que reconozcan lo que hicieron! mi propiedad fue dañada.

El muchacho graffitero se siente conmovido por las palabras y la honesta indignación de mi amiga , se dispone a hacerlo, a disculparse, en el momento que da el primer paso hacia adelante el padre le dice: ¿usted qué hace?
Pidiendo disculpas padre contesta el adolescente, sospechando su inmoralidad.

Nosotros no pedimos disculpas hijo, ya todo está resuelto, más bien entre a la camioneta que ya nos vamos.

El padre mira a mi amiga con una mirada retadora y altiva le da la espalda y sonríe para sí mismo … una vez más siente la adictiva y placentera sensación de haberse salido con la suya.

En ese momento mi amiga piensa: La ley no está destinada para aquellos que pueden comprar las dádivas y privilegios…. Por tanto la lucha se da en la selva de cemento por aquellos hombres grises que no desean ser confundidos entre el vulgo igualado.

No todos se fueron felices ni comieron perdices esta vez, eso la hace una típica historia nacional…

El dodo.


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