Posteado por: aliciaenelpaisdelasmascarillas | May 10, 2010

La privatización de la Identidad Nacional

La privatización de la Identidad Nacional

El 20 de Julio que llega celebraremos (orgullosos y agradecidos) la llegada del bicentenario; 200 años de independencia, 200 años de existencia de la Nación colombiana. No se trata de una celebración cualquiera; no en vano el Ministerio de Cultura le ha dedicado un millonario presupuesto a la conmemoración de esta fecha que contará con múltiples eventos a nivel nacional. Sin embargo, ¿qué es lo que realmente estamos celebrando? ¿Celebramos que luego de 200 años de fundada nuestra patria aún no sale de la pobreza, que nuestra política es igual o más corrupta que antes, o que nuestra infraestructura vial parece un retrato de aquella existente en el siglo XIX? Por supuesto que no. Celebramos que, a pesar de estos y muchos otros problemas, Colombia es una nación libre y soberana –lo que sea que esto quiera significar-, rica en recursos naturales, propietaria de exquisitos paisajes, y de gente “honesta” (a pesar de la infinita evidencia de lo contrario). Estamos celebrando el rompimiento de la dominación española y el orgullo de ser colombianos.

Empero, ¿qué es “ser colombiano”? ¿Qué comparte un pescador afrocolombiano del Chocó  – asolado por la guerra y la pobreza-, con un joven del centro bilingüe o trilingüe que pasa sus vacaciones en Estados Unidos o Europa y estudia en alguna universidad privada de la capital? ¿Qué es eso que une a estas dos personas? No es su forma de vida, que por demás es totalmente disímil; tampoco su color de piel; la forma de relacionarse con el mundo y su visión del mismo tampoco ha de ser un punto común –sus universos son totalmente distintos-; su dieta alimentaria probablemente sea radicalmente distinta –tanto en cantidad como en variedad-. Pues bien, aquello que estas dos personas tienen en común nada tiene que ver con algún elemento material y objetivo; se trata del sentido de pertenencia al colectivo de la nación de la que los dos se sienten parte.

Este sentido de pertenencia se construye a partir de identidades y nociones subjetivas que permiten a los individuos “sentirse parte de” la nación; es así como la identidad del colombiano se basa sobre su naturaleza y paisajes –de los que cada individuo se siente de alguna forma “dueño”- o sobre la calidad de su gente honesta, alegre y trabajadora –características que todo colombiano “siente tener” y que materializan el “sentirse parte de”.

Sin embargo, esta identidad no es estática, y los elementos que la componen adquieren o pierden relevancia en diferentes momentos históricos. Es así como dentro de la noción de colombiano incluimos hoy al indígena y al negro, evocando la nación multicultural y pluriétnica que decimos (¿queremos?) ser; pero que no hacía parte de nuestro sentido de “colombiano” hasta –por lo menos- la segunda mitad del siglo XX. La identidad nacional, entonces, es fluctuante y dinámica; y es normal que así lo sea puesto que su función es generar sentido de pertenencia en un colectivo y debe adaptarse a las condiciones específicas del colectivo en cada momento histórico.

Con esto de presente es posible hacer un breve recuento de las formas que ha tomado la identidad nacional a lo largo del tiempo; explorar lo que “ser colombiano” ha significado en nuestra historia. En un principio –en el siglo XIX- la noción del colombiano se encontraba aún fuertemente marcada y determinada por identidades locales, regionales y de partido. La identidad nacional en la época era débil, y era casi o más importante ser liberal o conservador, de una región u otra, a ser colombiano o no serlo; en lo que sería probablemente una consecuencia natural al gran numero de guerras civiles vividas en el siglo XIX. Posteriormente, a partir de la regeneración y durante la mayor parte del siglo XX, el “ser colombiano” se asociaba con el ser blanco, letrado, católico y tener una cierta renta u status social; como muy bien lo resume el lema de la regeneración “Una nación, una raza, un Dios”. Así, el “buen colombiano” debía hacer su mejor esfuerzo por seguir las costumbres europeas –“civilizadas”- y el país debía imitar todo aquello que se llevase a cabo en el viejo continente; generando no solo una cierta prolongación de la colonia sino un claro sentimiento de inferioridad del colombiano que necesitaba de la tutoría y protección del europeo. Esta visión, por supuesto, llevo a un desconocimiento y una negación de lo autóctono: del indígena, de las costumbres locales (la chicha, por ejemplo), y de la gran riqueza natural del país, que se veía opacada por el deseo irreprimible de construir industria a como diera lugar. “Ser colombiano”, en esta época, era una infinita admiración por lo europeo y la negación de lo propio.

Esta tendencia se mantuvo –en mayor o menor grado- hasta la Constitución de 1991, donde se pasa a reconocer de manera abierta e inequívoca la pluralidad de la nación colombiana, el carácter laico de la misma, y en donde se empiezan a valorar las riquezas culturales y naturales que aportan las diferentes regiones del país. Esta nueva significación del “ser colombiano” se complementa de forma directa con la admiración por el norte y las grandes industrias; pretendiendo crear una fusión de “lo mejor de dos mundos” en donde se resalta lo propio y lo foráneo. Es así como estamos orgullosos del parque tayrona, nuestra pluralidad de etnias y de tener parte del trapecio amazónico; pero al mismo tiempo gran parte de los negocios en el país terminan en ‘s (freddy’s, Randy’s) creyendo ganar de esta forma algún tipo de status o renombre.

Sin embargo, esta línea de la identidad nacional duró algo menos de 15 años. Desde el 2005, y en consecuencia con la desbandada de privatizaciones generadas a partir de la apertura económica del gobierno Gaviria y profundizada en los dos periodos de Uribe, hemos entrado en lo que podría caracterizarse como “la privatización de la identidad nacional”. A partir de la creación de la marca país “Colombia es pasión” y de la participación que tienen sobre ésta grandes empresas privadas, la identidad nacional ha sido manipulada y dirigida para favorecer a los grandes conglomerados empresariales. Es así como a través de grandes campañas publicitarias –parcialmente financiadas por el gobierno- se genera la idea en la gente de que ser un “buen colombiano” equivale a tomar Premio, comprar en el Éxito o Carrefour, y comer papas Margarita; entre muchas otras.

Es inaudito (e intolerable diría yo) que se busque explotar un sentimiento tan abstracto y común como es el “ser colombiano” para el beneficio de unos pocos empresarios que, por demás, ya bastante dinero tienen. Pero es aún más increíble que esta explotación de lo ajeno, de lo colectivo, de lo que es de todos y de nadie, sea patrocinada sin ningún pudor por el gobierno nacional que en teoría debería representarnos a todos los colombianos. Aparentemente estamos volviendo a los tiempos en donde “los colombianos” eran únicamente los poderosos, y es sólo a éstos a quienes el gobierno se desvela por representar.

The MadHatter

Posteado por: aliciaenelpaisdelasmascarillas | May 9, 2010

Enmascarado invitado: NY TIMES «A maverick Upends Colombian Politics»

«Un inconformista pone patas arriba la política colombiana»: The New York Times

(la traducción es mía)

El día de ayer, 8 de Mayo del 2009,  el NY Times publicó un artículo en primera página sobre el candidato presidencial Antanas Mockus, el fenómeno electoral y su candidatura.

La Silla Vacía escribió sobre este fenómeno…

Oruga

Posteado por: aliciaenelpaisdelasmascarillas | May 8, 2010

GRACIAS!

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Staff Alicia en el País de las Mascarillas

Posteado por: aliciaenelpaisdelasmascarillas | May 7, 2010

Un esbozo de literatura y derecho…

Un esbozo de literatura y derecho

En «La historia sin fin», novela del alemán Michael Ende, Bastian Baltasar Bux, huérfano, que se llama a sí mismo en un momento “Hijo de nadie”, encuentra un libro misterioso que trata del destino de un mundo paralelo al suyo: Fantasía. Fantasía está siendo atacada por la Nada y sus criaturas están desapareciendo en él. Para rescatarla, el niño Atreyu, cuyo nombre significa “Hijo de todos” debe emprender un viaje en busca de la cura para su mundo. En el camino descubre que la raíz de la enfermedad está en que la Emperatriz (que hace las veces de alma del mundo) necesita un nuevo nombre puesto que se ha sumido en el olvido. “Fantasía”, de hecho, significa “imagen formada por la facultad que tiene el ánimo de reproducir por medio de imágenes las cosas pasadas o lejanas, de representar las ideales en forma sensible o de idealizar las reales”[i].

Atreyu escucha una canción y descubre que el nuevo nombre le debe ser otorgado por un ser humano.

“Los hijos de Adán se llaman los habitantes terrestres (…)

Todos tienen desde antiguo la facultad de nombrar”

Bastian, el lector del libro, recibe también el mensaje y comprende que esa función puede corresponderle a é. Entonces, en el transcurso de la historia, se ve involucrado en la aventura. Bastian llega a una Fantasía sumida en la nada y empieza a dar nombres a las cosas. A medida que los nombres materializan las cosas vuelven a la vida y Fantasía se recupera poco a poco.

Ahora, ¿cuál es la relación entre esto y el derecho? Pues bien, lo mismo que dice Julieta Lemaitre del conjuro, que rescata hechos brutos de la nada y los enmarca de forma tal que puedan ser utilizados, condenados, referidos. Sin embargo el poder particular de Bastian para re-crear Fantasía va más allá. Bastian es un numen, una “deidad dotada de un poder precioso y fascinador”. En este caso, el poder de crear una realidad a partir del nombre.

En una realidad como la colombiana, la comprender el derecho como espacio de integración y creación de vocabularios es de radical importancia. Esto, no solo porque Colombia no es un país “multicultural” y “pluralista” sino que además sus circunstancias sociales, económicos y de violencia interna que crean muy diversas situaciones y muy diversos punto de vista. Esta extrema diversidad mal entendida y manejada lleva necesariamente al surgimiento de nuevos conflictos y estados de violaciones de derechos.

El creer, entonces, en el poder del derecho no es ingenuidad, siempre y cuando vaya acompañado de la voluntad de traducirse a la realidad. Y, en un país como Colombia, es esa voluntad y esa solidaridad nacional la que se necesita para sacar una gran parte del país del olvido y encaminarlo a la construcción del país que fantasea (en el sentido de la RAE) la Constitución de 1991.

Oruga


[i] RAE: http://buscon.rae.es/draeI/SrvltConsulta?TIPO_BUS=3&LEMA=fantasia

Posteado por: aliciaenelpaisdelasmascarillas | May 5, 2010

Hablando de los colores de la campaña política…

Oruga

Posteado por: aliciaenelpaisdelasmascarillas | May 4, 2010

Enmascarado Invitado: Las razones de la Ola Verde

Enmascarado Invitado: Las razones de la Ola Verde

Mucho se ha dicho sobre las esperanzas que despierta el candidato presidencial Antanas Mockus y el partido verde. Mockus se ha convertido, sin duda, en un fenómeno político bastante interesante: no sólo ha subido de forma vertiginosa en los sondeos y se perfila como un candidato fuerte, sino que ha logrado que la ciudadanía sea activa y promueva ella misma la campaña verde. La mejor estrategia de publicidad de los verdes no son las vallas o los comerciales, sino la promoción que la gente misma hace del movimiento.

El candidato verde ha logrado, con éxito, movilizar a la gente. Seguidores de candidatos siempre ha habido, pero el apoyo en la red y en las calles que tiene hoy el partido verde es algo que rara vez se ve. Sin embargo, ¿qué es lo que ha hecho que este fenómeno tenga lugar?

Les dejo una columna de Álvaro Forero Tascón que hace un estudio bastante interesante del tema. No es, por supuesto, una verdad revelada, pero se los recomiendo.

The MadHatter

Posteado por: aliciaenelpaisdelasmascarillas | abril 30, 2010

Fuera de la madriguera: Saliendo a votar

Saliendo a votar

El mes pasado, Monopolio Jurídico, invitó a dos “jugadores” a defender sus posturas en la contienda electoral. El primero, defendió la “revolución verde” y la a-política de Antanas Mockus y, el segundo, defendió el voto en blanco, como manifestación del inconformismo y como “oposición política real”.  

A unos 4 días del último debate presidencial, organizado por City TV y El Tiempo, quiero reflexionar  un poco sobre estas posturas y explorar un poco más el “fenómeno” mediático en quién se está convirtiendo el candidato verde y oponerlo a los otros candidatos.

¿Quién es Mockus? Para esa gracia, ¿quiénes son Santos, Noemí (nótese que a ella la llamamos por su nombre de pila, ¿por qué?), Vargas Lleras, Pardo, Petro? Hay una serie de artículos al respecto en La Silla Vacía, presentando a los candidatos y sus políticas, donde los retratan como personas y sus políticas y propuestas están en sus páginas de internet y salen a diario abstractos en el periódico. Pero, ¿cuántos de los que votan por ellos las han leído y las conocen?

Entiendo que mi preocupación es altamente idealista, que no puedo pretender que, en la práctica, todos los votantes sean intelectuales y consagren su tiempo libro al detallado estudio de las propuestas y su viabilidad. En realidad no sé cuántos hayan hecho esto pero, en abstracto y en teoría, ¡es eso lo que deberíamos hacer!

Me preocupa que votar por Mockus se convierta en “votar por la legalidad”, reconocer que esto suena increíblemente bien pero no saber cómo pretende el candidato alcanzar su meta y derrotar este mal que asedia al país. Me preocupa que votar por Santos sea votar en contra de los “hippies” que andan aplaudiendo por la calle con camisetas verdes y girasoles, y a favor de la seguridad y la mano dura, sin comprender los costos y medios de esto. Me preocupa porque hay más candidatos, con muchas y buenas propuestas y pareciera que la contienda se ha concentrado en los dos que mejor han sabido acaparar los medios.

Y me pregunto (si, notarán que ando confundida…) ¿por qué ellos? ¿Es acaso Pardo tan poco carismático como dicen? No solo me recuerda a un tío cachaco adorado cuando habla en los debates (y de propuestas muy sólidas), sino que el aire distante de Mockus es bastante más ermitaño y distante… El “tono de plaza” de Vargas Lleras esconde una excelente comprensión del país y una claridad admirable y Petro, con la sensatez que lo caracteriza, ¡ha incluso echado chistes!

Por otro lado, no creo que se deba creer votar en contra de “los políticos”, como dice uno de los posts de Monopolio porque al fin de cuentas, incluso Mockus es un político de amplia trayectoria, claro, otro tipo de político. Tampoco creo que su movimiento sea comparable con la independencia del país (porque para empezar esta no fue tan romántica y estaba liderada por criollos interesados en el control de la economía y gobierno) ni con la 7ma papeleta. Creo que es una propuesta interesante pero que debe ser analizada, no elegida simplemente por su carácter innovador.

Soy partidaria de elegir por convicción personal. Elegir a costa de cometer un error, como siempre, pero elegir a consciencia. El inconformismo es una forma fácil de no comprometerse cuando existen tantas y tan variadas opciones. El voto en blanco es simbólico, pero al fin de cuentas no sirve para nada. ¿Quién sería presidente entonces? Es una cuestión práctica la que elegimos. La elección no puede ser un símbolo de la irreverente juventud que hay que aprovechar, ni una cuestión estratégica de regalar o no el voto (por lo menos mientras aún tenemos tiempo de pensar al respecto, ya el 30 de Mayo veremos cómo actuar). Tampoco puede ser una elección que se base en lo que me contaron y “fuentes confiables”. Debe ser una decisión hecha a discreción, con prudencia, con mente fría, pero ante todo con responsabilidad.

Conclusión: salir a votar. Pero vote porque cree en las carreteras, en la legalidad, en la educación, en la seguridad, en las mujeres, en la redistribución del ingreso, en la salud para todos y en que cree que la estrategia que le proponen es viable. No porque le gusten los girasoles,  el carisma, el anaranjado, el amarillo, el tono de voz. Ante todo no vote porque sus amigos o su papá o las encuestas (“y a lo mejor la mayoría sabe”) le dijeron. En Colombia siempre nos lavamos las manos y a los 6 meses los del gobierno son unos $%&/. El cambio primero tiene que ser ciudadano: nos tocó crecer y hacernos cargo. Escoger ideas, no personas, no campañas, no lo que Facebook le insinúe cada vez que abra su página principal…

Oruga

Posteado por: aliciaenelpaisdelasmascarillas | abril 29, 2010

Humor Político: ChuzaDAS

Humor Político: ChuzaDAS

El escándalo de las chuzadas ha levantado muchos callos y sucitado demasiadas preocupaciones. Se trata de un asunto de la máxima seriedad en donde el Estado mismo se ha visto comprometido en casos de espionaje ilegal, difamación, acoso, amenazas e incluso prácticas terroristas. Anteriormente, de hecho, este blog publicaba el editorial de Juan Gossaín en su programa radial en donde exponía el alcance de este complot y ponia en evidencia nuevas pruebas de las macabras practicas del DAS. Sin embargo, y aunque la polémica de este caso está lejos de acabar y los verdaderos responsables aún no han sido hallados, un poco de humor sobre este tema no le cae mal a nadie.

Este video resume de manera increíble las prácticas y cesgos ideológicos del principal órgano de inteligencia colombiano, que lamentablemente tiene cada vez mas un aire a la Statsi o la KGB. Los invito a que lo vean, es muy corto pero de un contenido increible.

The MadHatter

Posteado por: aliciaenelpaisdelasmascarillas | abril 27, 2010

De la que se salvó Colombia…

De la que se salvó Colombia…

Al hablar de democracia normalmente se hace referencia directa a las elecciones, a las libertades personales, a la libertad de expresión, el derecho de hacer oposición, a la división de poderes, y muchas otras categorías características de un Estado democrático. Sin embargo, poco se habla de lo que es tal vez uno de los elementos más importantes de la democracia: el acuerdo entre los diferentes actores sociales y políticos sobre las reglas de acceso y permanencia en el poder.

Sin esto, todo lo anterior queda sin piso. De poco sirven unas elecciones en las que nadie sabe cómo se determinará el ganador, o quién puede postularse a la carrera electoral. Bastante inútil resulta un poder judicial en el que no está claro como se nombran los jueces; o un órgano de control que no sepa a quién controlar. Inaplicables son las libertades individuales en un contexto en el que no se sabe quién manda, o cómo llegar al puesto de mando. En el mismo sentido, no podría ostentarse el status de opositor ni gozar de las garantías y derechos esto acarrea; sin un mando oficial no existe oposición. No se puede hacer oposición democrática a un poder que no es legítimo ni reconocido; en este contexto se está más bien ante un conflicto no democrático y abierto por el poder en el que todo vale.

De acuerdo con esto, y a pesar de la gran importancia para la democracia de las elecciones y demás derechos, todos estos se encuentran supeditados al acuerdo sobre las “reglas de juego”; sobre los mecanismos de elección y la estructura del aparato estatal. El desacuerdo sobre estas reglas básicas genera caos. Es precisamente esto lo que pasa hoy por hoy en Nicaragua. El presidente de ese país, Daniel Ortega, ha expedido en la última semana una serie de decretos que prolongan los períodos de algunas de las magistraturas más importantes Nicaragua que ya se vencieron o están próximos a vencerse. Todo esto, por supuesto, con la intención ulterior de perpetuarse él mismo en el poder; Ortega quiere que los magistrados a los que les extendió su periodo avalen su reelección –de forma poco legítima, vale decir-.

El caso nicaragüense es el ejemplo perfecto de las consecuencias que genera la violación de las reglas de acceso al poder. En este momento Nicaragua sufre de una polarización extrema, y el órgano legislativo de ese país ha sido incapaz de sesionar por culpa de manifestantes violentos que impiden y torpedean el acceso de los senadores al edificio de la Asamblea Nacional –con la complacencia del Gobierno Ortega-. Por su parte, el legislativo nicaragüense desconoce la validez de los decretos emitidos por el presidente y desconoce la legitimidad de gran parte de la rama judicial. En resumen, la situación es crítica.

Al ver y leer todo esto en las noticias no puedo evitar pensar de la que se salvó Colombia. El referendo reeleccionista y el silencio del presidente Uribe frente a su segunda reelección eran una amenaza clara hacia las reglas de acceso y permanencia en el poder; eran una violación de esos consensos básicos esenciales para la sostenibilidad de cualquier sistema que quiera llamarse democrático. Es por eso que el fallo de la Corte Constitucional es afortunado y oportuno, en la medida en que garantiza la estabilidad de la democracia colombiana. Debemos estar contentos porque Colombia probó que a pesar de no estar exenta de la tendencia latinoamericana de gobernantes aferrados al poder, sí cuenta con una Corte y un poder judicial sólido que protege nuestra –aún débil- democracia.

The MadHatter

Posteado por: aliciaenelpaisdelasmascarillas | abril 26, 2010

Y ¿Quién le hace campaña a Santos?

Y, ¿Quién le hace campaña a Santos?

Ecuador reactivó el proceso penal contra Juan Manuel Santos hoy y Chávez se dedica a llamarlo Lobo disfrazado de caperucita, mientras halaga a Mockus. ¿Qué tan favorable es esto para la campaña del ex-ministro de defensa?

La pregunta es si estas manifestaciones van a desarrollar un sentido nacional típico de la primera mitad del siglo pasado, donde nos unamos en contra de un enemigo común (enemigo, ya??) y marchemos detrás de un líder que preferimos que sea temido por los «otros» a querido por ellos.

Otra opción es que decidamos tomar el camino pacífico y decir «No, si a Chávez no le gusta, mejor no.» Pero cabe preguntarse si esto tendría alguna lógica…

(pueden dirigirse a los análisis de los debates para ver la opinión de los diferentes candidatos sobre las relaciones con Venezuela y Ecuador y la forma como procederían ante ellos)

Entonces, ¿serán las manifestaciones de nuestros vecinos decisivas en la campaña electoral?

Por ahora les dejo un video y un artículo

Oruga

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